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Inflación y recesión: ¿cómo afecta al turismo?

La recuperación del turismo no ha tropezado con la inflación, pero los pronósticos de recesión económica prometen poner a prueba la resiliencia del sector.

Los malos de la película sobre la recuperación del turismo ya aparecieron en escena: inflación y pronósticos de recesión global. La pregunta de todos es si los villanos terminarán envenenando la reactivación de los viajes y sus empresas o si acaso el filme tendrá un final feliz para el sector.

Antes de analizar los posibles desenlaces de la película, repasemos brevemente el giro inesperado en el guion que ha dejado el fin de la pandemia.

Inflación, una "bomba escondida"

Los niveles de inflación en las economías más desarrolladas alcanzaron niveles inéditos para las últimas cuatro décadas. En Estados Unidos el incremento anualizado del costo de vida está en el 8,5%, un dato que solo se equipara a los de los primeros años de la década del ’80 del siglo pasado. En la zona euro llega al 9,1%, con picos por encima del 10% en economías como las del Reino Unido, España, Grecia y Países Bajos.

En Latinoamérica el panorama no es diferente. Países como Argentina, donde la inflación es un problema de arrastre, el índice anualizado es del 71%; pero en otros, menos acostumbrados a este problema, también la suba anualizada de precios está en niveles preocupantes en torno a los dos dígitos: Chile, 14,1%; Colombia, 10,84%; Brasil, 10,07%; y México, 8,7%.

Mapa mundial de la inflación

A la hora de señalar a los responsables del aumento del costo de vida global, los economistas apuntan contra dos “cisnes negros”. Por un lado, la pandemia, que llevó a una mayor inyección de liquidez por parte de los gobiernos, combinado con una extraordinaria recuperación de la demanda de bienes y servicios producto de lo ahorrado en las cuarentenas, en paralelo con una inédita escasez de oferta. Por otra parte, todos los dardos se dirigen hacia la invasión de Ucrania por parte de Rusia y el descalabro que generó en los costos de energía y alimentos.

Pero esta curva ascendente no durará para siempre y algunos ya están viendo signos de desaceleración. El Chief Economist de UBS, Paul Donovan, reconoció que el actual repunte de la inflación es "histórico", pero afirmó que no durará mucho más tiempo en estos niveles. “En Estados Unidos, creo que probablemente alcanzó su punto máximo en marzo. En el Reino Unido, será un poco más tarde, y en Europa, aún más tarde. La dirección de la inflación en la segunda mitad de este año, creo que va a ser a la baja”, concluyó Donovan, quien basó su previsión en tres razones: la tranquilización de la demanda, la normalización de la oferta de bienes y el aumento de la producción, y el hecho de que no se percibe una espiralización de los costes salariales.

¿Seguirá alta la inflación? Columna completa de Donovan

Efectos secundarios del combate contra la inflación

Una vez descartada la inflación como un síntoma pasajero, los Estados tomaron cartas en el asunto con medidas proporcionales a la magnitud del problema.

El remedio contra las alzas de precios está siendo el mismo de siempre: subas en los tipos de interés. En el caso de la Reserva Federal estadounidense (FED) lleva cuatro alzas consecutivas de sus tasas (es la más radical en tres décadas) y prevé continuar en los próximos meses con más incrementos con el objetivo de controlar la inflación.

Aunque con más retraso, el Banco Central Europeo también subió días atrás las tasas de interés unos 75 puntos básicos (que se suma al incremento de julio), alcanzando una cifra sin precedentes para la entidad.

¿Por qué debería preocuparnos? Básicamente porque al elevar los tipos de interés se encarecen los préstamos para consumos o financiamiento de empresas, lo que desalienta el gasto y la inversión. Estas medidas suelen cumplir con su objetivo (frenar la inflación), pero tienen efectos secundarios no deseados y difíciles de calibrar: el enfriamiento de la economía y, por ende, altas chances de recesión.

Alerta global contra la recesión

Entre los economistas ya no se debate si habrá una desaceleración económica, sino cuál será su profundidad y cuánto durará. De hecho, en 2022, ya son pocas las economías importantes que aún no han registrado una recesión técnica, definida como dos trimestres consecutivos de caída del PIB.

“Los altísimos precios de la gasolina y el endurecimiento agresivo de la política monetaria han llevado a la economía mundial al borde de una recesión a finales de 2022 o principios de 2023”, sentenció el último informe de Oxford Economics. De todos modos, la consultora añadió que hay algunos motivos para sostener un optimismo cauteloso de que el crecimiento pueda repuntar en el segundo semestre de 2023, aunque matizó: “Pero es difícil ver cuál será el catalizador para una sólida recuperación económica. A diferencia de gran parte de la década de 2010, ya no se puede confiar en China para que actúe como gastador global”.

¿Cómo afectará esta perspectiva a las economías latinoamericanas? Como siempre, es difícil pensar la región como una economía monolítica, pero algunos grandes trazos pueden ser definidos. Desde el vamos no es el mejor panorama la desaceleración económica global, unida a un dólar inusualmente fuerte y el paso a un escenario donde los altos precios de las materias primas se mantendrán solo para algunas de ellas.

Los países productores de alimentos y energía (cuya demanda se mantendrá constante por la guerra en Ucrania) podrían potencialmente salir mejor del paso que aquellos que son importadores de dichos commodities. Más aún con el fortalecimiento del dólar frente a las monedas locales.

¿El crecimiento de los viajes se ralentiza?

“Cómo la inflación puede interrumpir sus próximas vacaciones”, titulaba una nota del The Washigton Post de noviembre de 2021, donde se advertía: “La inflación está detrás de su presupuesto de viaje”. Con el diario del lunes a favor, podemos asegurar dos cosas: nada interrumpió las vacaciones, ni siquiera la inflación, que sí, efectivamente, se trasladó al turismo. Veámoslo un poco más en detalle.

Claramente la amenaza inflacionaria no logró ralentizar la recuperación de la industria de viajes. Tomando los últimos datos de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) de julio pasado (coincidente con el verano en el hemisferio norte) vemos que el tráfico internacional (medido en pasajeros-kilómetro transportados) creció un 150,6% interanual, situándose ya en un 67,9% respecto a 2019. “Los resultados de julio siguieron siendo buenos, y algunos mercados se acercaron a niveles precrisis. Y ello incluso con limitaciones de capacidad en aquellas partes del mundo que no estaban preparadas para atender la fuerte demanda”, dijo Willie Walsh, director general de IATA.

¿Esas tasas de crecimiento fueron patrimonio exclusivo de los principales mercados emisores (Europa y Estados Unidos)? Para nada, las aerolíneas de Latinoamérica registraron una aceleración del tráfico internacional de un 119,4% interanual en julio de 2022. La capacidad creció un 92,3% y el factor de ocupación aumentó 10,5 puntos porcentuales, hasta el 85,2%.

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La inflación en las tarifas aéreas podría llegar al 48,5% y en los hoteles al 18,5%.

La inflación en las tarifas aéreas podría llegar al 48,5% y en los hoteles al 18,5%.

¿Hay inflación en turismo?

¿Eso quiere decir que no hubo inflación en los productos y servicios turísticos? Para nada, nuevamente. Hubo aumentos generalizados en lo que va del año, incluso por encima del promedio general de la inflación. El incremento de los precios del combustible, la escasez de mano de obra y las presiones inflacionarias en los costos de las materias primas están detrás de las alzas.

De acuerdo con el Global Business Travel Forecast de GBTA, los viajeros de negocios verán en el año subas de las tarifas aéreas de al menos el 48,5%, del 18,5% en hoteles y del 7,3% en rentadoras de autos. Y en 2023 se espera que las alzas se mantengan en torno al 8% anual en promedio.

Otra fuente interesante es el Índice de Precios de Viaje de la US Travel Association, que en julio (un mes en el cual la inflación dio respiro) midió una inflación anualizada del 11,5% (+18% respecto a 2019), con las tarifas aéreas un 28% por encima de las de julio de 2021 y un 16% superiores a las de 2019.

En definitiva, aun la demanda de turismo no ha acusado impacto de la evidente escalada inflacionaria. Incluso, en el corto plazo (hasta fin de año), no se espera que el ritmo de la recuperación amaine. Las explicaciones para este fenómeno son dos. Por un lado, todavía se está purgando la demanda acumulada tras dos años de pandemia, donde domina el deseo de revancha por encima del prever recortes de gastos. Por el otro, durante los encierros del Covid muchos consumidores pudieron acumular un stock de ahorros que se expresó este 2022 en la alta inversión en viajes.

¿Cómo afectó la inflación en los precios del turismo?

Inclusive, en ese escenario (inflación + demanda) muchas grandes compañías turísticas se han sentido cómodas, descubriendo el poder de fijación de precios que tiene parte de la industria. Por caso, Frank Del Rio, presidente de Norwegian Cruise Line, durante la presentación del balance ante los inversores, planteó que lo sorprendió la capacidad para aumentar precios sin que se vean afectadas las ventas.

El problema de la escasez de trabajadores

En el abanico de problemas que está generando el alza de costos en las empresas turísticas, los problemas para recomponer las plantillas de trabajadores no son menores.

Durante los cierres forzados por la pandemia, muchos trabajadores de turismo migraron hacia otros sectores. El problema es que hoy está costando mucho volver a ocuparlos con personal capacitado. De hecho, en muchos casos hay puestos que siguen vacantes o se recargaron tareas en otros trabajadores, lo que esmeriló los niveles de servicios (aunque también permitió recomponer rentabilidades corporativas).

Con el verano boreal en marcha, WTTC advirtió que la recuperación del sector podría correr un grave riesgo si quedaban casi 1,2 millones de puestos de trabajo vacantes en toda la UE. Según el informe las agencias de viajes eran las más afectadas, calculando que casi una de cada tres vacantes laborales (30%) quedarían sin poder ser cubiertas.

El tema no es menor, ya que a la inflación las empresas deben sumarle el costo de más y mejores paquetes de compensación para completar sus plantillas de cara a la reactivación que avanza sin freno. Un dilema que se refuerza si pensamos en la imperiosa necesidad de desempolvar incentivos para contratar tecnólogos para las transformaciones digitales que están acometiendo muchas empresas del sector.

El riesgo de una estanflación

La pregunta final que cabe hacerse es si la resiliencia del sector turístico también podrá contra una combinación de inflación (más moderada, pero continua) y recesión económica.

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La previsión de estanflación (estancamiento + inflación) presentaría en 2023 mayores riesgos para el turismo.

La previsión de estanflación (estancamiento + inflación) presentaría en 2023 mayores riesgos para el turismo.

Por lo pronto, el Índice de Riesgo Global elaborado por Euromonitor plantea que hoy existe un 30% de probabilidades de que haya estanflación (estancamiento + inflación), con una caída acumulada proyectada del 5,6% del PBI global.

Como dijimos, ese escenario es el que prevén muchos analistas económicos para el primer semestre de 2023. Y, de cumplirse, es una combinación que tiene sus riesgos para el sector. Por un lado, el aumento de los costos internos de las empresas, ya sea por el encarecimiento del combustible y la energía, la mano de obra o el empeoramiento de las condiciones de financiamiento. Por el otro, una mayor desaceleración económica o recesión podría impactar en un debilitamiento de la demanda de viajes y, por ende, en un menor poder de fuego para fijar precios.

La clave para ver hasta donde se puede mantener el difícil equilibrio actual dependerá en buena medida de la duración y profundidad que tenga ese proceso.

En este sentido, el CEO de Goldman Sachs, David Soloman, advirtió: “La principal preocupación es que las medidas para combatir la inflación comiencen a afectar tanto la confianza corporativa como la actividad del consumidor en la economía”.

Los indicadores de confianza del consumidor en Estados Unidos (bastante replicables en otras regiones) han empezado a mostrar descensos considerables en julio, aunque se mantienen por encima de los promedios históricos. Sucede que a medida que los ahorros disminuyen y los precios suben, las personas están gastando mucho más en combustible y otros elementos esenciales (alimentación, vivienda, salud) y menos en gastos discrecionales. Repetimos, por ahora, los viajes se han puesto el traje de gasto esencial después de dos años de encierro y no hay ningún dato que muestre una desaceleración.

Los mismos indicadores señalan que el aterrizaje forzado de la economía también está afectando la confianza de las empresas, preocupadas por el aumento de los costos, la escasez de mano de obra y una rentabilidad que empieza a sentir la presión del contexto macroeconómico. Es, además, un delicado equilibrio entre lo que pueden o no trasladar a un consumidor que también empieza a sentir fatiga.

Respecto a esta incertidumbre, el presidente de Tourism Economics, Adam Sacks, envió un mensaje tranquilizador a través de la US Travel Association: “Los datos de alta frecuencia continúan mostrando la resiliencia de la demanda de viajes y el poder de fijación de precios de la industria. Cualquier recesión que podamos ver probablemente sea leve debido a la falta de grandes desequilibrios estructurales, riesgos bancarios o burbujas de activos”. Según Sacks, también los balances de los hogares y las empresas están sólidos: “De manera que mi opinión es que podríamos ver que los viajes reaccionan menos negativamente a una recesión de lo que hemos visto en recesiones pasadas. Bien podríamos ver a los hogares renunciar a otras áreas de gasto antes de viajar”.

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