St. Helena es un territorio británico de ultramar situado en medio del Atlántico Sur, a 2.000 km. de tierra firme. Una pequeña isla que en junio de 2016, tras cuatro años de trabajos, hizo realidad el sueño de tener un aeropuerto para evitar las largas travesías en barco desde Angola, buscando así beneficiar a sus habitantes y convertirse en un destino turístico exótico.
Conocé cual es el aeropuerto más inútil del mundo
Para concretar el proyecto, que llevó largos años de debates, el Reino Unido destinó US$ 320 millones no exentos de polémica ante denuncias por licitaciones irregulares.
Finalmente el aeropuerto se construyó, pero tuvo que pasar más de un año desde su inauguración para que el HLE recibiera su primer vuelo. No había demanda. Fue en octubre de 2017, con el aterrizaje de un avión de Airlink, empresa sudafricana que comenzó a operar una frecuencia semanal desde Johannesburgo.
St. Helena está lejos de ser un paraíso para el viajero. Golpeado por los incansables vientos alisios, sus escasos 121 km² están dominados por montañas y rocas volcánicas. Nada del otro mundo. Sus cerca de 4.200 habitantes viven de subsidios de Gran Bretaña y de la pesca y la cría de ganado.
Los amantes de la historia recordarán a la isla de St. Helena por haber servido de prisión militar al emperador Napoleón Bonaparte tras su aplastante derrota en la batalla de Waterloo. Aquí residió desde 1815 hasta su muerte, en 1821.
El turismo gira en torno a los lugares donde estuvo el emperador francés. El enclave no tiene mucho más para mostrar.
En 2018 el gobierno local lanzó una campaña para atraer turistas interesados en la naturaleza, pero poco después, sin grandes volúmenes de arribos, llegó la pandemia y el cierre de su frontera.
Hoy, la isla sigue sin vuelos regulares. Pero sí con una flexibilización en las condiciones de ingreso: las autoridades no requieren pasaporte sanitario ni cuarentena, aunque no es fácil llegar: la travesía en barco desde Sudáfrica demanda cinco días de navegación.
Inútil pero no tanto
Ante la pésima relación costo-beneficio, la prensa británica no dudó en calificar al aeropuerto de St. Helena como “el más inútil del mundo”.
Sin embargo, el Covid-19 marcó la diferencia. HLE pasó a ser un canal esencial para la llegada de vacunas e insumos médicos. También para la repatriación de habitantes que habían quedado varados en otras latitudes.
Ahora, con la pandemia bastante controlada en el mundo, St. Helena mira al cielo esperando aviones. ¿Llegarán?
Temas relacionados